lunes, 4 de mayo de 2009

Despedidas


El viernes pasado me despedí de una amiga a la que quiero mucho y me sirve de ejemplo. Pero esta despedida no fue triste, por el contrario, su sueño de irse a vivir a Noruega con su querido esposo se hizo realidad. Luego de varios años de mucho sacrificio y de terminar su carrera a la par de estar organizando su casamiento, Flor partió para tierras Vikingas. A mí me emocionó mucho saber que los sueños se cumplen, porque en Flor, yo veo reflejado muchos de mis sueños, sobre todo el de hacer una vida fuera de este país, y pese a que no la voy a ver, me pone muy feliz que haya logrado su meta. Esto me demuestra que las cosas con voluntad y sacrificio se pueden cumplir.

Entre otras noticias, no tan buena, me enteré que el lunes pasado falleció una vecina, Ana la mamá de una de las mejores amigas del barrio de mi hermana mayor. En menos de un año, ya fallecieron dos vecinos de la misma cuadra. Ana tenía problemas de salud, esa mañana se iba a someter a una operación, que no me acuerdo como se llama, pero es muy común en estos días, básicamente consiste en destapar la arteria del corazón para que la sangre con oxígeno pueda fluir sin problemas y llegue a todos los órganos vitales. Yo no lo podía creer, cuando cerca del mediodía mi mamá me aviso que había fallecido.

Sinceramente a Ana la conozco desde que vivo en el barrio, nada más ni nada menos que 18 años, era una mujer muy graciosa, siempre de buen humor y muy amiga de mi mamá o mejor dicho, muy buenas vecinas.

A veces la gente del barrio se transforma en una subfamilia. Hay un sentido de pertenencia territorial que se forja a través de los años de compartir vivencias y situaciones domésticas que se transforman en rutinarias, que ayudan a la formación de una identidad comunal a la cual todos pertenecemos. El barrio por más conventillo que sea, es el barrio.

Debe ser por eso, que la muerte de Ana la sentí como a la de un familiar cercano, no recuerdo haber llorado en el funeral de mi abuela, yo la amaba a la vieja, pero saber que se fue de vejez y no en una situación traumática hace esperada su muerte. En cambio con Ángel, otro vecino que falleció el año pasado de un paro cardíaco, me pasó lo mismo que con Ana. Yo era muy amiga de sus hijas en la infancia y tengo hermosos recuerdo de las tardes que jugábamos sin cansarnos e incluso de las veces que me invitaban a comer y teníamos que hacerlo en dos tandas, porque no entrabamos en la mesa de la cocina, ya que Ángel tenía 9 hijos.

En fin, aunque es medio bajón hablar de esto, en ente blog que considero "mi lugar" en la web y está permitido para todos aquellos que quieran leerlo, tenía que expresar el afecto y cariño que le tenía especialmente a estos dos vecinos: Ángel y Ana, los vamos a extrañar.